lunes, 15 de marzo de 2010

Si no estamos dispuestos, pues abracemos la hecatombe

A los hombres que te enseñan las vísceras se les teme, se les odia, se les execra. A nadie le gusta que le saquen de su mentira, de su egoísmo, de su hipocresía. A nadie le gusta que le digan en su cara que aquí vinimos a soportar, no a buscar la felicidad. A nadie le gusta escuchar que todos vivimos una mentira. Que somos todos unos huevones. Unos dementes. Unos adictos a nosotros mismos. Unos estafadores.

Hacen falta más seres malditos que tengan la suficiente compasión para decirle a la gente lo que son, no lo que pretenden ser. ¿A dónde se han ido los Bukowskis? ¿Dónde están los Budas, los Jesucristos, las Teresas de Calcuta? Mentirosos, mentirosos. Eso es lo que somos. Mentirosos que vivimos la mentira desde las mentiras. Mentirosos que pasamos nuestras vidas señalando porque la verdad es que nos aterroriza vernos en un espejo, nos horroriza devolver el dedo para señalarnos a nosotros mismos.

No nos creamos todos nuestros autoengaños mientras el barco se sigue hundiendo. La nave viene hundiéndose desde hace tiempo, hasta el capitán lo sabía como dice Leonard Cohen, así que cada quien que agarre su balde y empiece a sacar agua, que cada quien ponga la boca en las acciones y, por favor, que cada quien deje de mentirse y de mentir. O tirémonos al agua. De una vez. Y dejemos de joder.

Paremos de juzgar, de opinar, de tratar de influir, paremos la proyección. Paremos de manipular la realidad y el exterior a nuestro antojo y a nuestra conveniencia. Paremos de creer que los demás están obligados a pagar por nuestros errores, nuestras expectativas, nuestras necesidades, por los resultados de nuestros juegos y nuestras decisiones. Paremos de pensar que hay seres menos jodidos que otros, reconozcamos que todos lo estamos por igual, pues es de ese reconocimiento que nace la prohibición individual de meternos en las vidas de los demás. Vivamos pensando en la responsabilidad que significa serse a sí mismo y no ser nada. Paremos de buscar afuera víctimas, ovejas negras, mártires y chivos expiatorios. Reconozcamos que los problemas vienen siempre de nosotros y no a nosotros. Paremos ya las revoluciones externas, empecemos las internas de una maldita vez. Paremos de llenarnos la vida con cuanta mierda creemos que nos la podemos llenar: apartamentos, televisores, carros, bicicletas, blackberrys, microondas, Iphones. Paremos de tratar de ganarle a la muerte en sitios nocturnos, en camas, en mesas, en lugares exóticos, en futuros, en libros de autoayuda, en spas. Paremos de justificarnos la incompetencia con definiciones psicológicas extraídas de libros creados desde el sistema de la propia locura: psicópatas, sociópatas, maníacos, deprimidos, ludópatas, alcohólicos, drogadictos, mitómanos… Asumamos las verdaderas etiquetas: mentirosos, frustrados, pusilánimes, cobardes, egoístas, acomplejados... Paremos de darle la vuelta a lo que somos y elijamos una de las dos opciones simples y posibles de nuestra existencia: abrazarnos las vísceras, cuidarlas, amarlas, arrullarlas hasta que se callen y queden enmudecidas de cansancio, o entregarnos hasta que el fango nos tape y todo se vaya a la mierda.

Seamos sinceros por Dios.

O vayámonos al carajo sin chistar.

1 comentario:

Andrea Carolina López dijo...

Pues la verdad se nota que está escrito desde las vísceras. Creo que a la gente en general nos gusta la mentira porque la realidad es demasiado dura. Si no fuera así pues habría que decretar la muerte de la ficción. Y justamente el drama reside en ese constante oscilar-sobrevivir entre la realidad y la fantasía.

Así que bueno, como que ni tanto ni tampoco.

Un saludo,

A.