jueves, 26 de marzo de 2009

Las redes invisibles no tienen malas intenciones

El Libro de la Ley dice: “Nada nace de la nada. Todo es causado. Las cosas son”.

Las causas nos consiguen. Tarde o temprano. Nos hallan. Nos cercan. Y sucede lo que sucede. Se trata de algo natural, irremediable, inmutable. Como la consecuencia.

Hace unos días, las causas de Gerardo empezaron a cercarle. A buscarle. Perseguirle. Él todavía no lo sabe, ni siquiera lo sospecha. Pero no hace falta. Ellas hacen lo que saben hacer, lo único que saben hacer. Son independientes. Infalibles.

Hay diferentes comienzos. Unos vienen antes que otros, pero nunca hay un primero, uno único. Son las redes invisibles, infinitas y curvas que nos encadenan. Para Gerardo, el desenlace de hoy empieza por un papelito. Uno pequeño y arrugado. Es un comienzo. Fabiola lo consiguió dentro del bolsillo del pantalón y hasta ahí no parece haber complicación. Pero un pequeño detalle puede llegar a tener resultados incalculables. Una palabra puede cambiar el mundo. El aleteo de las alas de una mariposa se puede sentir al otro lado del planeta. Gerardo olvidó el papelito. Fabiola lo consiguió y leyó la nota. Pequeños detalles. Y ahora el panorama no es prometedor. Aunque él no lo sepa.

El Libro de la Ley dice: “Donde hay una causa se produce un efecto. La acción y el efecto no son fenómenos separados, uno forma parte del otro. La semilla contiene al árbol y el árbol a la semilla”.


El papelito contiene el mensaje y el mensaje al papelito. El mensaje contiene a Fabiola. Fabiola contiene el mensaje. Los tres se mezclan, se confunden. Se hacen íntimos. Empiezan a reconocerse, a husmearse el culo los unos a los otros. A Fabiola no le gusta, le huele mal. Le intuye mal. ¿Qué vaina es ésta? Mierda. Coño e’ su madre. ¿Será que está enredado con otra tipa? No, no, no, no puede ser, no puede estar enredado con otra. A lo mejor el papelito no es de Gerardo. Pero coño, tiene que ser. Tiene que ser de él. Estaba en el bolsillo de su pantalón. ¿Cómo voy a pensar que no se lo escribieron a él? Pensar. Tienes que pensar. Recapitula. Ha llegado una pila de veces en la madrugada, oliendo a caña. Te dijo que estaba en unas reuniones de trabajo, que estaban reestructurando todo en la oficina. Coño de su madre. Reestructurando en la oficina un coño, cogiéndose a una tipa, seguro a una bicha de esas con las que trabaja, qué bolas, qué falta de todo no joda, ya las mujeres no respetan, no les importa meterse en la vida de un hombre casado, les sabe a mierda joder un matrimonio, a una familia. ¿Quién sabe Fabiola? Es capaz que la mujer no sabe que Gerardo es casado; pero tiene que saber no joda, yo llamo a cada rato y a menos que el sinvergüenza ese ande escondiéndose el anillo, ahí se le ve, clarito, la alianza de oro en el anular, más claro no canta un gallo. Bueno. Tu mamá siempre te lo dijo. Tus amigas siempre te lo dicen. Los hombres son todos una mierda Fabiola, mi mamá me lo dijo y mis amigas a cada rato lo repiten y yo de pendeja no les hice caso; pensé que Gerardo era distinto, que era especial, pero no coño, el carajo me resultó igualito a todos. Igualito. No hables antes de tiempo. Confirma. Gerardo no es mala gente. A lo mejor es un mal entendido. Recuerda, al principio cuando se conocieron él, no joda al principio cuando nos conocimos si era todo bonito, todo color de rosa, se desvivía por mí, era un galán, lo máximo, un tipo prometedor, prometer y prometer hasta meter y después de metido olvidar lo prometido. ¡Lo odio! ¡Lo odio! Tienes que calmarte Fabiola. Arrecharte así no es bueno para la barriga, además el médico dice que, pero como no voy a arrecharme no joda, es que hay que tener bolas, ¡el cabrón!, como una marica me la paso encerrada en esta casa, con esta barrigota de seis meses me la paso limpiando, fregando, sirviéndole como la propia cachifa, y así es como me paga, ¿buscándose a otra?, ¿revolcándose con otra en un hotel de mala muerte?, ¡qué hijo de puta! Debe haber una razón Fabiola. A lo mejor es tu culpa. ¿Será que estás fea? ¿Gorda? ¿Será que ya no le gustas?; ¡pero si estoy embarazada!, ¿qué es lo que quiere?, no puedo verme como una miss, además, si fue él mismo el que quiso tener muchachos, construir una familia; con su cara de huevón me dijo que quería tener un primogénito, Fabi, vamos a tener un primogénito, y yo salí corriendo como una huevona a dejar la universidad, paralicé todo para darle el primer muchacho, todo, ¿ahora me va a venir con esa?, ni de vaina, ahora no me va a echar pa’ un lado y se va a ir a la calle a buscar mujeres mientras yo le paro y le crio los hijos. Seguro lo va a negar Fabiola. Los hombres siempre lo niegan. Que lo niegue no joda, aquí está la prueba. Ya va a ver quien coño es Fabiola. Ya va a ver. Sí Fabiola, que vea, que no te presuma la cara de pendeja.

El Libro de la Ley dice: “Toda acción genera una reacción de naturaleza similar. Quien engaña a alguien, se engaña primero a sí mismo. Quien castiga a alguien, se castiga primero a sí mismo”.

La pistola la tiene Gerardo en la mesita de noche. Piensa ponerla en otro lado cuando nazca el niño. Pero por ahora le gusta presentirla a mano. Cerca. Es cierto que no la sacaría. Gerardo es uno de esos que le inquieta andar armado. Si lo atracan en la calle, suelta todo. No se resiste. Pero en su casa, la cosa es distinta. Si a alguien se le ocurre entrar a su casa, bueno, él sabe lo que tiene que hacer. Por eso guarda la pistola donde la guarda, montada y sin seguro. Porque aunque espera no utilizarla, él nunca sabe.

Es casi cómico. La cara de Gerardo cuando abre la puerta y se consigue a Fabiola apuntándole con la pistola, es la misma que puso Fabiola cuando leyó la nota. Como si los dos hechos fueran parte de un círculo interminable, que se repite en los tiempos. Las coincidencias. Pueden ser tragicómicas. Crueles. Generalmente cuando dos eventos se hacen coincidencia, y ésta es cruel, las preguntas rompen el hielo. Y generalmente hay mentiras. ¿Que qué vaina es?, esto es lo que te has buscado por cabrón, por verme la cara de huevona. Pero, pero, un coño, ¿qué pensabas?, ¿creías que no iba a darme cuenta?, no se puede mentir para siempre Gerardo, si me estás mintiendo. ¿De dónde vienes? No bajo la pistola un coño Gerardo. Dime, ¿andabas con la tipa? Cuando lo niegue Fabiola, tírale el papelito por la cara, para que no sea huevón. Con la de este papelito Gerardo, con la misma que te deja mensajitos que no tienes las bolas ni siquiera de sacarte del pantalón. No bajo la voz un carajo. No quiero que me expliques un coño, quiero que agarres todos tus peroles y te vayas pal’ carajo. No me toques Gerardo, ni te acerques. Ojo marica, cuidado con la pistola no se te vaya a salir un disparo. Que no te me acerques carajo, cabrón, suéltame.

El Libro de la Ley dice: “Nada ocurre por casualidad. No hay caos, ni orden. Sólo la Ley”.

Fabiola y Gerardo forcejean. Suena un disparo. Las redes invisibles son bien jodidas, pero que nadie diga que no son ecuánimes.

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